Si estudiáramos mejor el mundo en que vivi(re)mos

En pleno siglo XXI, siglo de las tecnologías y las comunicaciones, vivir en un pequeño país ubicado en la costa del océano Pacífico sur, en el extremo austral del continente americano, puede ser una ventaja y puede tener sus inconvenientes.

Los mayores inconvenientes que nos pueden afectar a los chilenos, sumergidos en este territorio aparentemente encerrado entre la alta cordillera y el inmenso océano son la miopía provinciana y el ombliguismo extremo: la tentación de creernos el centro del mundo y de que todo gira alrededor de Chile y los chilenos.

Pero basta observar la gran prensa internacional, los periódicos de tiraje global, las cadenas de televisión mundiales para darnos cuenta -dramáticamente- que somos un punto en el sistema planeta, un pequeño territorio de forma alargada en una galaxia de más de 6 mil millones de habitantes.

Recuerdo haber vivido largos años de estudios universitarios en Francia, muchos años viendo la televisión, leyendo la prensa, francesa y europea, y solo recuerdo haber visto en casi 10 años de estadía, 3 ó 4 noticias sobre Chile.   Es decir, podían pasar uno o dos años sin ver allá en la televisión, ninguna noticia sobre Chile.  Solo entonces comprendí que el mundo no gira alrededor de este país.

Pero además del ombliguismo, nos puede dañar también la miopía provinciana, esa exasperante estrechez de visión, que provocan los ideologismos en el borde del fanatismo, las anteojeras absolutistas del “yo tengo la razón y los demás están todos equivocados” y esa peligrosa percepción de superioridad, de que podemos vivir en este país, casi sin necesidad de mirar al otro lado de las fronteras, cuna de los nacionalismos más estrechos.  Cuando veo el maltrato arrogante de que hacemos objeto a los inmigrantes en Chile, me vuelve a la memoria el trato cordial, acogedor y receptivo con que fueron recibidos cientos de miles de chilenos inmigrantes en el resto del mundo, tras el golpe militar de 1973.

Para romper con ambas maneras de mirar el mundo, no basta con viajar fuera de Chile un par de semanas de vacaciones apuradas en Italia o en la Riviera Maya o hacer una pasantía de 30 días en algún college en el extranjero, no nos otorga pasaje inmediato para la apertura mental, pero ayuda.

Necesitamos abrir la mente a un mundo altamente complejo, que no se ordena conforme a nuestros criterios, percepciones y creencias.

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-Tablero de ajedrez chino antiguo en marfil-

Porque lo que verdaderamente nos permitirá abrir y extender la mirada hacia el mundo complejo que tenemos a nuestro alrededor y del cual formamos parte, es la educación y la investigación científica y académica, una educación crítica y comprensiva de la globalización, el estudio gradual y sistemático de las complejidades del mundo de hoy y la exploración curiosa de los futuros que se presentan en los decenios venideros.

Si cada niño y cada joven viera y estudiara desde la infancia, desde la educación básica y del liceo, el globo terráqueo, los distintos países, las diferentes culturas, la forma cómo viven otras naciones, otros pueblos, si la televisión -con un sentido verdaderamente cultural- realizara cotidianos reportajes sobre la vida de nuestros compatriotas en las decenas y decenas de países donde está dispersa la diáspora chilena, algun click harían las mentes de las nuevas generaciones para entendernos y reconocernos -al mismo tiempo- ciudadanos chilenos y ciudadanos del mundo.

Si se desarrollaran en las universidades, en primer lugar en las universidades públicas, cátedras sistemáticas de estudios superiores en Relaciones Internacionales, con un carácter y contenido multidisciplinario e interdisciplinario, integrando los avances y hallazgos más actuales en la Ciencia Política, la Sociología, la Antropología, la Economía, y el Derecho, nuestros egresados y profesionales podrían disponer de un bagaje de conocimientos actualizados para entender el mundo de hoy, una formación que les permita situarse intelectualmente por encima de los ideologismos y de los fanatismos doctrinarios, de las anteojeras de la miopía provinciana y del ombliguismo cultural.

Necesitamos más Prospectiva y menos doctrinarismos del siglo pasado.

Se requiere ampliar el debate público y el diálogo ciudadano acerca de nuestra política exterior, sacar la discusión acerca de las relaciones internacionales del país desde los salones de la cancillería y llevarlo a los medios, a los foros académicos.   Las relaciones exteriores de Chile no son solamente el ejercicio fundamental de la diplomacia y del Estad, ni se reducen a los tratados de libre comercio, sino que están sucediendo a cada instante en las más diversas dimensiones de la vida ciudadana y de las instituciones.

Necesitamos mentes abiertas.

Vivimos hoy una época fascinante y desafiante.

Experimentamos causas y consecuencias de un enorme y profundo cambio de época, a escala global, vivimos al mismo tiempo cambios y continuidades, una transformación estructural del modo de vida, la cultura, las tradiciones, las creencias, los sistemas, las estructuras y las visiones del mundo.

Estamos asistiendo a mutaciones geopolíticas a escala global y de los continentes, que pesarán decisivamente en la trayectoria del orden mundial en las siguientes décadas. ¿Cómo nos paramos en este mundo cambiante, comprendiendo la complejidad interdependiente de las fuerzas y tendencias que lo mueven?

Comprender el mundo de hoy y los escenarios venideros es un desafío país, algo así como jugar ajedrez con 5 personas distintas: sabemos que el juego va a seguir cambiando minuto a minuto, pero desconocemos cómo van a ocurrir esos cambios en el tablero.  Tenemos que conocer entonces, quienes son esos 5 ajedrecistas.

Manuel Luis Rodríguez U.

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